Exposición del MOCA destaca la larga lucha del Southside por el agua limpia
Una nueva exposición del MOCA, “Vivir con las secuelas,” rinde homenaje a los residentes del Southside que han pasado décadas luchando contra la contaminación por TCE y destaca cómo la crisis ambiental continúa afectando a la comunidad en la actualidad.
Una nueva exposición en el Museo de Arte Contemporáneo (MOCA por sus siglas en inglés) destaca el movimiento por la justicia ambiental del Southside de Tucson, rindiendo homenaje a los residentes que han dedicado décadas a luchar por agua limpia y documentando cómo la contaminación, que comenzó hace generaciones, sigue marcando la vida en la zona sur de la ciudad.
"Vivir con el daño" presenta obras de artistas, periodistas e investigadores, y se inspira en investigaciones de archivo e historias orales locales sobre los impactos de la contaminación del agua subterránea por tricloroetileno (TCE).
Este año se conmemora el 40 aniversario del reportaje de la periodista ambiental Jane Kay, que reveló la magnitud de la contaminación por TCE en el Southside de Tucson causada por Hughes Aircraft Systems, ahora conocida como Raytheon.
Desde la década de 1950 hasta la de 1970, la empresa Hughes Aircraft contaminó las aguas subterráneas del Southside de Tucson, afectando la salud de decenas de miles de residentes y provocando enfermedades crónicas y, en casos graves, la muerte. Es uno de los sitios de contaminación por tricloroetileno (TCE) más importantes del país.
Este año también se conmemora el aniversario de la fundación de Tucsonans for a Clean Environment (Tucsonenses por un Medio Ambiente Limpio por su nombre en español), una organización de base que se convirtió en una fuerza impulsora en la lucha por la justicia social, liderando uno de los primeros movimientos de justicia ambiental del país.
“Nací en el Southside de Tucson, me identifico como miembro de la comunidad afectada y pasé muchos años escribiendo, investigando y tratando de aprender todo lo posible sobre lo sucedido. Regresé a casa y terminé escribiendo un libro al respecto,” declaró Sunaura Taylor, profesora asistente de la Universidad de California en Berkeley.

Taylor es autora del libro "Ecologías Discapacitadas: Lecciones de un Desierto Herido," un análisis que explora cómo la discapacidad no solo es causada por la crisis ambiental, sino que también influye activamente en la resistencia a ella.
"Cuando regresé (a Tucson) para investigar, pensaba que esto había ocurrido hace casi 40 años y que ya nadie hablaría del tema," dijo. "Luego asistí a una reunión de la junta asesora comunitaria y estaba repleta. Me sorprendió mucho el compromiso de la gente con la limpieza del agua. Entonces me di cuenta de que parte del motivo era que nunca obtuvieron la justicia que merecían."
Taylor organizó la exposición "Vivir con el daño" con Alisha Vasquez, historiadora y codirectora del Museo de la Herencia e Historia México-Americana.
Fue creado como parte de un proyecto más amplio, “Supervivencia y Resistencia”, que incluyó una serie de eventos para conmemorar el movimiento de justicia ambiental del Southside de la ciudad en respuesta a la contaminación por TCE.
“Hace unos cuatro años, Sunaura dijo: ‘No quiero que mi libro se quede solo en estas páginas. Quiero que la comunidad a la que va dirigido lo sepa y que sepa que su historia importó,’” dijo Vásquez. “Hablamos sobre las diversas historias relacionadas con el TCE y nos dimos cuenta de que el daño causado no se limita a un caso aislado de alguien que bebió agua contaminada y se enfermó, sino que abarca el trauma generacional, el miedo generacional y la pobreza que surgió. Algo que, en teoría, debería haber terminado hace 40 años, todavía nos afecta hoy.”
Mientras trabajaba en “Supervivencia y Resistencia”, Vásquez conoció al Dr. Daniel Sullivan, director del Laboratorio de Psicología Cultural-Existencial de la Universidad de Arizona, quien ha dedicado una década a investigar los efectos de la contaminación ambiental crónica en los niveles de estrés.
“La contaminación ambiental crónica es una experiencia sumamente estresante para algunas personas”, dijo Sullivan. “Normalmente pensamos en desastres naturales como eventos traumáticos que ocurren rápidamente, que pueden ser devastadores y causar pérdidas de vidas. Pero, a menudo, esos eventos terminan ahí, mientras que la contaminación crónica puede ser un evento que perdure toda la vida. O incluso puede transmitirse de generación en generación.”

En 2020, 73 millones de estadounidenses vivían a menos de 3 millas de un sitio designado para remediación por el gobierno federal. El estrés derivado de la posible exposición a un ambiente contaminado conlleva incertidumbre, incluyendo la duración y la cantidad de la exposición, así como si los seres queridos se verán afectados. Con el tiempo, esto puede convertirse en un factor de estrés extremo y prolongado.
Sullivan y su equipo realizaron una encuesta puerta a puerta a los residentes del sitio Superfund del Southside de Tucson, comparando las respuestas con una muestra de residentes de otra zona de la ciudad.
“Descubrimos que, específicamente, las personas que viven en el Southside de Tucson, quienes han residido allí desde la década de 1980, cuando ocurrió la contaminación del agua, incluyendo a sus descendientes, reportaron los niveles más altos de cáncer, enfermedades autoinmunes y defectos congénitos,” afirmó. “Pero quizás lo más trágico es que también reportaron niveles muy altos de estrés postraumático específicamente relacionado con la contaminación ambiental.” De las personas históricamente expuestas al sitio, una de cada tres presentaba síntomas de trastorno por estrés postraumático, según Sullivan.
Tras conocer la investigación de Sullivan, la Comisión de Relaciones Humanas de la Ciudad de Tucson propuso en septiembre una resolución para reafirmar el compromiso de la ciudad de abordar la contaminación del agua subterránea en la zona sur. La resolución fue aprobada por unanimidad y Sullivan la leyó a los asistentes al evento inaugural de "Vivir con el daño."
El evento también incluyó una charla con Lydia Otero y la periodista Jane Kay sobre su experiencia cubriendo la zona contaminada.
"Durante 20 años, la gente había estado bebiendo agua contaminada sin saberlo, en diversas concentraciones," dijo Kay. "Era una zona de 4 millas cuadradas, con aproximadamente 20.000 personas y 4.600 hogares afectados. Si lo pensamos bien, es algo muy reciente."

De 1979 a 1984, Kay informó sobre el intento de Hughes Aircraft de ocultar la contaminación del acuífero, junto con la falta de respuesta de la ciudad de Tucson, más allá del cierre de varios pozos.
"Fue durante ese período de pruebas que se descubrió el primer pozo contaminado en 1981, y se cerró de inmediato. Luego, se cerraron dos pozos más para 1983; finalmente, se cerraron siete pozos," dijo Kay. "Todo esto se debió a que Tucson depende de un solo acuífero."
Kay también informó sobre la designación por parte de la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés) de la Propiedad 44 de la Fuerza Aérea de Tucson como un sitio Superfund, un lugar contaminado que requiere una limpieza a largo plazo de sustancias peligrosas.
“Los hidrólogos que trabajaban para la EPA estaban cartografiando el movimiento de la pluma de contaminación. La pluma tóxica se había desplazado desde la propiedad de Hughes hasta la calle Michigan, al sur de Ajo,” dijo Kay. “Pudieron determinar en qué década la contaminación había llegado a los pozos.”
Para 1984, Kay investigaba por qué un número considerable de residentes del Southside de la ciudad habían desarrollado graves problemas de salud.
“Había una mujer, Carol Ruse, que dirigía el programa de educación a domicilio del distrito escolar de Sunnyside, y estaba muy preocupada por la gran cantidad de enfermedades en Sunnyside,” dijo Kay. “Recopiló para mí, desde 1976 hasta 1981, todos los casos de enfermedades en Sunnyside para que pudiéramos compararlos con los de otros distritos escolares, que tenían aproximadamente 11,000 alumnos. Sunnyside tenía cuatro veces más personas enfermas que Amphitheater.”

Kay comenzó a hablar con los residentes del Southside de la ciudad, identificando rápidamente patrones preocupantes.
"Los habitantes del distrito escolar de Sunnyside, Mission Manor y Emory Park llevaban décadas notando enfermedades y pensaban que tal vez se debía al agua, ya que se habían registrado casos de pozos privados con un olor fétido y muy contaminados," explicó Kay.
Su serie sobre la contaminación por TCE incluyó 30 artículos publicados durante ocho días en mayo de 1985. Posteriormente, se reprodujo como una colección de informes enviados a 6,000 hogares del Southside de la ciudad para concienciar sobre la contaminación.
La exposición del MOCA presenta una recreación completa de una sala de estar, inspirada en la de los abuelos de Vásquez, que permite a los visitantes recorrerla y explorarla. El abuelo de Vásquez estuvo expuesto al TCE.
La exposición incluye un ejemplar original del boletín ambientalista “Tucsonans for a Clean Environment” y un ejemplar del Arizona Daily Star con uno de los artículos de Kay.
El artista Adam Gillen creó una imagen de una santa patrona ficticia, Santa Evelina, cuyo nombre proviene de una calle cercana a Mission Manor Park donde, según la tradición, en cada casa vivía alguien diagnosticado con cáncer o que había fallecido a causa de esta enfermedad; un lugar que los residentes llegaron a llamar “la calle de la muerte.”
La exposición estará abierta al público hasta junio.
Topacio “Topaz” Servellon es periodiste del Foco de Tucson. Puede contactarle en topacioserve@gmail.com.
Esta nota fue traducida por Diana Ramos, exalumna de la Universidad de Arizona, Directora de Iniciativas Bilingües y reportera de El Foco de Tucson. Contáctala en diana@tucsonspotlight.org.
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