Dancing in the Streets rompe barreras del ballet en Tucson
Dancing in the Streets es un estudio de ballet en Sur Tucson que empodera a niños de bajos recursos, desafía los estereotipos tradicionales y hace que la danza sea accesible para todos, incluidos los niños en sillas de ruedas.

Dancing in the Streets no se parece en nada a un estudio de ballet tradicional, con sofás de segunda mano, muebles donados y barras antiguas que reflejan la visión de sus fundadores Joey Rodgers y Soleste Lupu de transformar el ballet.
Ubicado a las afueras de Sur Tucson, este estudio de danza sin fines de lucro ha enseñado disciplina, empatía y pasión a jóvenes de bajos recursos a través del ballet durante los últimos 18 años.
A pesar del éxito demostrado, el estudio no ha conseguido el mismo nivel de apoyo financiero que otras organizaciones que realizan un trabajo similar.
“Por alguna razón, los donantes se resisten a donar las cantidades que donan a organizaciones más grandes,” dijo Lupu. “Somos pequeños, pero llevamos aquí 18 años. Seguimos sobreviviendo.”
El ballet llevó a Lupu y Rodgers por todo el mundo hasta que decidieron regresar a Tucson a principios de la década del 2000.
Comenzaron Dancing in the Streets en 2008 con el dinero que les regalaron en su boda. Rodgers había estado enseñando ballet a través de un programa del Departamento de Parques y Recreación de la Ciudad de Tucson, pero se frustró tras ser trasladados a diferentes lugares.
“Una de las madres vino y me dijo: ‘Joey, entiendo por lo que estás pasando. ¿Por qué no emprendes tu propio proyecto?’” recordó Rodgers. “Le dije: ‘¿De verdad lo crees?’. Ella respondió: ‘Creo que sí’.”

La idea del nombre del estudio surgió en una reunión familiar. Rodgers entró en una habitación llena de niños que jugaban con sus teléfonos y les dijo que tenía $10 para quien completara un reto al aire libre.
Los niños, ansiosos por ganar, salieron corriendo, donde Joey les dijo que recibirían el premio si ejecutaban correctamente un paso de ballet.
Sabía que los niños no podrían imitar su paso, pero quería que salieran y se movieran.
“La mayoría de esos padres sabían cómo crecí, así que se sorprendieron mucho de cómo logré que sus hijos se movieran así, porque nunca imaginaron que sus hijos pudieran moverse así,” dijo Rodgers. “En ese momento, supimos: íbamos a abrir un estudio.”
Fue en ese momento, con los niños bailando a su alrededor, que el nombre tomó forma.
En sus 18 años de existencia, Dancing in the Streets se ha convertido en mucho más que un estudio de baile para Lupu y Rodgers: es su segundo hogar, su segunda familia y el lugar donde han visto crecer a niños y niñas hasta convertirse en adultos.
No solo enseñan danza: también dan consejos, inculcan disciplina y conectan a los niños con recursos y educación superior.

Ahora ven a los niños a quienes enseñaron traer a sus propios hijos al estudio, un momento de recuerdo para todos los involucrados.
A pesar del tiempo, su mensaje siempre ha sido el mismo: el ballet es para todos.
“Un plié es un plié sin importar el nivel económico, el tono de piel, la talla, la religión, la ideología política, lo que sea,” dijo Lupu. “Un plié aquí se hace igual que en cualquier otro lugar.”
Lupu y Rodgers han trabajado arduamente para redefinir la apariencia y la sensación del espacio de ballet en su estudio y afirman que se trata de aprovechar lo aprendido y mejorarlo. Su objetivo es utilizar el poder de la danza para romper barreras culturales y enriquecer la experiencia artística de la comunidad.
También se esfuerzan por proteger a sus estudiantes de los estereotipos arraigados en el ballet, incluyendo las ideas rígidas sobre quién puede convertirse en bailarín. Lupu recuerda ser una estudiante de 15 años con el sueño de ser bailarina clásica.
“Mi profesora de ballet de aquel entonces me dijo: ‘Lamento que nunca seas una bailarina clásica, pero puedes ser una bailarina de carácter gracias a tu cuerpo,’” dijo Lupu.
Ese comentario la llevó a luchar contra un trastorno alimentario durante su adolescencia y universidad, una lucha familiar para muchos en la cultura del ballet, con ideales corporales rígidos impuestos por los instructores.

Ahora, instructora, Lupu se compromete a desarrollar a sus estudiantes, independientemente de si encajan en la imagen ideal de una bailarina. Dancing in the Streets es el único estudio de danza en Tucson que incorpora a usuarios de sillas de ruedas en sus presentaciones.
Uno de sus recuerdos más preciados es haber incluido a niños en sillas de ruedas en su espectáculo anual de Cascanueces (o Nutcracker en inglés). Cuando una madre les preguntó cómo vestirían la silla de ruedas, rompió a llorar al enterarse de que no habían planeado modificarla.
“La miré y pensé: ‘Nada. Estoy vistiendo a tu niña, no a la silla. Para mí, eso es como sus piernas, es parte de ellas,’” dijo Lupu. “‘Por fin lo entiendes, dijo la madre.”
Según Rodgers, la decisión también permitió que otros niños interactuaran con la silla de ruedas y “perdieran el miedo al aparato.”
Para Lupu y Rodgers, enseñar ballet implica hacer cosas que contradicen muchas de las prácticas que aprendieron de jóvenes.
Sin planes de irse del barrio, esperan seguir brindando a los niños de Sur Tucson la oportunidad de involucrarse en este arte mediante subvenciones y donaciones.
Susan Barnett es subdirectora editorial de El Foco de Tucson y exalumna de la Universidad de Arizona. Contáctala en susan@tucsonspotlight.org.
Esta nota fue traducida por Diana Ramos Sacaria, exalumna de la Universidad de Arizona y reportera de El Foco de Tucson. Contáctala en dianacrsacaria@gmail.com.
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